Creo que has subido a tu ego un escalón más arriba de lo que
ya estaba. Creo que desde esas alturas miras con desprecio todo lo que me rodea
incluyéndome a mí. Pero amiga ten cuidado que allá arriba, en las alturas, el
aire es más turbio y ensucia más el alma.
No creo que seas mala, y tampoco creo que tengas que
esforzarte para serlo. No creo que algún día vuelvas a poner los pies en la
tierra y te des cuenta del gran error de tu vida. Ese mismo error que te marcó
y que por error desgraciadamente también me marcó a mí.
Tengo dudas de que si todo lo que haces está premeditado y
estudiado, o por el contrario simplemente eres tú y tu espontaneidad amarga. También
tengo dudas sobre los correveidiles que te ensucian el oído, esos que adoran y
apuñalan a la par, validos únicamente de una lengua viperina.
Lo has ignorado, lo has rechazado y eso niñita consentida no
se perdona. Quizás se olvide, o quizás se guarde en un cajón a la espera de ser
sacado en forma de reproche, pero seguro que esto es el fin del todo el daño
que me has podido causar.
Si este escrito fuera sobre el despecho amoroso, lo siento, te
desearía lo peor. Pero no. Este escrito trata sobre como comportarse con
educación y clase dejando de lado el pasado que nos unió. Y es decepción lo que
siento hacia ti. Decepción mezclada con tristeza al ver en que te has
convertido. Y siento no olvidarme de lo más importante que tenía que decirte:
“creo que la soledad se está encargando poco a poco y en silencio de curar despacio todos tus males”.
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